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Un poco de magia

matrix
Creo que la gente que tiene gran capacidad para aprender idiomas, se divide principalmente en dos: los que tienen buen oído para los acentos y la fonética y los que tienen capacidad para identificar estructuras detrás de las palabras.

Esta capacidad puede ser natural o aprendida, pero es evidente que cuando escuchan una nueva oración están viendo objetos directos, subjuntivos y muchas otras cosas de las que no se ni el nombre, todo está delante de sus ojos. Llevado al extremo, pueden ver matrix mientras escuchan «Señorita, un café por favor».

Así, creo que los programadores pueden aprender fácilmente idiomas y, si me apurás un poco, los músicos también.

Yo disto mucho de tener esa capacidad. No es la muerte de nadie, con interés y disciplina se puede aprender casi cualquier cosa (no, tampoco es mi caso, pero mejor no se lo digamos a nadie). Lo que acabo de decir puede ser una perfecta estupidez: no tengo la menor idea sobre si tiene algún tipo de fundamento ni tampoco lo investigué. Sin embargo, el divagar sobre esta cuestión me sirvió para poner en palabras algo que a mí sí me pasa. No cuando aprendo idiomas (no «se me dan») sino cuando escucho algún proyecto.

Como si fuera un guión de cine en el que en la mitad izquierda de la página están los diálogos y en la derecha los requisitos técnicos; en mi cabeza, mientras escucho una idea o proyecto, en simultáneo tengo la imagen de algo parecido a un marco lógico.

Dibujo-marco-lógicoNo voy a exagerar, tampoco tengo un marco lógico completo, pero algunas cajitas, flujos y relaciones sí. Las tengo sin pensarlas, instintivamente. Es una habilidad que descubrí bastante tarde, después de darme cuenta de que abrumo con preguntas incordiosas cuando alguien me cuenta una idea. Lo veo o no lo veo, eso dependerá de cuántas cajitas sienta que están en blanco o no se conectan entre sí. Así, una idea me puede parecer genial desde el principio, mientras que con otras mi boca se convertirá en una mueca hasta que, después de varias vueltas, preguntas y ampliaciones, logro calmar la ansiedad que me producen las cajitas vacías.

Lo bueno de la habilidad es que, desde un momento bastante temprano soy capaz de, al menos, saber que hay que tener en claro el mapa de aliados, el presupuesto, detectadas las necesidades que no llegamos a cubrir entre los que estamos proyectando, etc. Es decir, entro en etapa de diseño de manera precoz y es difícil que algo me sorprenda tanto en la ejecución como para no poder redireccionar.

Ahora bien, en el camino, me cargo toda la magia.

En que consiste la magia de llevar proyectos a la acción?

ALDEA IRREDUCTIBLE

  • Cuando se te ocurre el primer cachito de idea te iluminás
  • Cuando lo compartís con los que tenés al lado, juntos resplandecen
  • Todos sienten que ese es el mejor proyecto del mundo
  • Sabés que nada te puede hacer más feliz que seguir pensando en cómo llevarlo a cabo
  • Estás convencido de que podrás sobrellevar cualquier contratiempo
  • Se alimentará día a día entre todos, mutará y será cada vez mejor
  • Con suerte, terminará siendo algo completamente distinto de la idea inicial

Todo eso no entra en un marco lógico. Es genial saber que hay muchos cuadritos por llenar y darte cuenta de dónde pueden estar los puntos débiles de un proyecto, pero eso solo te hace poder llevar adelante proyectos que están 100% garantizados y no arriesgar.

Para poder tener completo el marco lógico, muchas veces hay que bajar la ambición, borrar objetivos o disminuir expectativas, todo para que el contexto, las dimensiones, las variables, los indicadores, el presupuesto, etc., etc, etc, estén en perfecta armonía. Es un excelente ejercicio, que de verdad recomiendo para tener en claro por dónde puede venir el susto, pero también es una trampa que no te permite moverte sin seguridad, arriesgar por pura confianza en tu interlocutor o porque te huele bien.

Este mensaje no está dirigido a esos jóvenes pertenecientes a la generación mejor educada de España que cree que el estatuismo es un derecho y el malabarismo un proyecto; tampoco al emprendedor que tuvo una idea genial que no entiende por qué nadie le quiere comprar pero que no se sentó a pensar cuánto sale llevarla a cabo sino que solo sabe cuanto necesita para pagar la hipoteca.

Este mensaje va para los planificadores (del mundo, uníos!), para aquellos que a veces no se permiten disfrutar de las ideas locas hasta hacerlas realidad, para nosotros a los que nos cuesta tomar como propio el optimismo del otro, a los que nos cuesta más arriesgar.

Carolina Ruggero, socióloga y experta en políticas públicas

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