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¿Si se es joven hasta pasados los 40, los de 20 qué son?

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Hace un tiempo leía esta entrevista, una entrevista que llama la atención acerca del enorme vacío cultural que se encuentra entre muchos militantes del EIIL. Jóvenes que llegan a Siria desde Europa buscando algo así como un fast track hacia la trascendencia.

-¿Los militantes del Estado Islámico son personas malas, tienen miedo o son simplemente devotos de sus convicciones?

-Es imposible luchar contra el Estado Islámico sin intentar comprender quiénes son los que integran sus filas. Hay muchas personas que están perdidas, que viven en una especie de desierto cultural y que reemplazan esta especie de vacío por la idea de que pueden hacer algo, tomar las riendas de su vida y ayudar de verdad. Creo que muchos de los yihadistas que parten para luchar en Siria, están convencidos de que van allí para ayudar. Después hay un momento que es un poco como el pez que ha picado el anzuelo, porque que se dan cuenta de lo que hay en cuanto llegan al terreno, de la realidad de la guerra que hay allí y creo que les hacen un lavado de cerebro. Algunos yihadistas desean abandonar la organización es ese momento, pero la mayoría son arrestados. Y los otros vuelven y se convierten en yihadistas aguerridos.

-Entre sus captores estaba Mehdi Nemmouche, el presunto autor de una matanza en Europa. ¿Es una de estas personas perdidas de las que habla?

-Mehdi Nemmouche es la típica persona perdida. Es alguien cuya principal referencia cultural son los programas de televisión. Por lo que oía de sus conversaciones, pasaba la tarde ocioso, viendo televisión, y se fue a Siria para salir en la tele. Todos sus referentes son las emisiones de «reality shows», de entretenimiento, series judiciales sobre el crimen. La ideología que le mueve está más basada en el panorama audiovisual francés que en el Corán.

Al drama de esos chicos que no encajan descripto por María, a la voluntad de «ser parte de algo que crece» que narró David concluyendo que este era el motivo principal de la militancia juvenil actual (no solo en los movimientos jihadistas), sumamos la pérdida de noción en Europa sobre quiénes son estos chicos y chicas y qué buscan.

La «nueva política» y la juventud

Durante la última campaña para las elecciones de las autonomías españolas, observamos de cerca el discurso de y para la juventud. La observación principal es la siguiente: no existe.

  • Las fuerzas nacidas supuestamente desde el reclamo juvenil están compuestas por personas que van sobre todo, desde los 35 a los 65 años.
  • El espacio dedicado a la imagen de «lo joven» está ocupado por gente de 30 a 45 años
  • Las actividades que desarrollan  los chicos de 16 a 25 son prácticamente desconocidas

Esto no debería sorprendernos. No hay más que ver y escuchar crónicas y noticias desde hace 5 años para ver que la juventud afectada por la crisis está encarnada por jóvenes con estudios universitarios completos, postgraduados muchos de ellos. La imposibilidad para conseguir un trabajo que cumpla con sus expectativas, para el cual se prepararon y con el sentido que sus padres pusieron al momento de seguir invirtiendo en ellos hasta bien pasada su mayoría de edad, se convirtió en la imagen principal de la complicada realidad española.

Mientras tanto, la juventud tradicional, aquella que comienza a los 16 o 18 años, esa edad en la que se concentran las dudas, las crisis y las rebeldías, está ausente de todo relato. Su lugar de visibilidad social está ocupada por generación anterior, si, esa que está descubriendo la política tardíamente, esa a la que le tomó un tiempo pasar de la exhibición de su disconformidad a la acción (aunque sólo en algunos casos).

Sin embargo, los jóvenes menores de 25 años están haciendo cosas. ¿Qué? Nadie se preocupa en saberlo. Y esto, más temprano que tarde tendrá sus consecuencias, sus manifestaciones generacionales.
¿Con quién se resentirán? ¿Qué opinan sobre seguir estudiando? ¿Querrán tener una casa en propiedad como sus hermanos mayores? ¿Se manifiestan políticamente? ¿Cómo son sus relaciones familiares y con sus pares? ¿Qué hacen en su tiempo libre?

Las viejas políticas de juventud

Hace algo así como 3 décadas surgieron las llamadas políticas de juventud. Las mismas no trataban de desfilar y demostrar el amor a la patria, la destreza física u ambas, sino que de manera más sofisticada, el Estado o algunas instituciones intermedias intentaban reconocer qué podía ser de gusto de los jóvenes, para captar su atención.

¿El objetivo? Variado aunque relacionado. En algunos casos era prevenir las dependencias o el delito, en otras generar canales de participación en democracias que intentaban consolidarse.

Así, clases de teatro, fotografía o música; cine-debate o clubes de discusión o lectura; grupos de trabajo social o alfabetización; radios libres, etc. cumplían el rol de ofrecernos a los jóvenes el acceso a distintas prácticas y aprendizajes según nuestras cambiantes inquietudes, a la vez que contenía nuestra nuestra hormonal rebeldía en espacios cuidados. Todo ello acompañado de un discurso público en el cual nuestra voz estaba supuestamente integrada. En fin, nos educaban para vivir en democracia.

Paulatinamente, esas antiguas políticas de juventud, no sólo no se fueron renovando sino que sus niveles de institucionalización se fueron exagerando. A las Casas de Juventud comenzaron a vérseles los hilos. Se llenaron de funcionarios precoces y juvenólogos y requirieron de infraestructuras ornamentales. Junto a los especialistas en juventud, comenzaron las políticas espectáculo y los jóvenes fueron alejándose de los centros. Porque su institucionalidad no les representaba y porque las actividades propuestas no seguían el ritmo de la calle.

Nuevos jóvenes, nuevas curiosidades

Está claro que  los jóvenes de hoy buscan nuevas referencias, horizontes y emociones. A dónde podrán canalizarlos depende un poco de si se dejan espacios en blanco para que adquieran un lugar social.

Siempre se generan espacios de vinculación, aprendizaje, descubrimiento; también también espacios de acceso a cosas desconocida o de intimidad juvenil (y no sólo espectáculos masivos). Cuáles son y serán esos espacios no lo sabemos.

Pero sí sabemos que deben ser espacios en los que se pueda encontrar respuestas pero también en los que abrir preguntas.

Si las universidades cada vez provocan menos, si las reflexiones intelectuales son difíciles de encontrar, si la mayor parte de los jóvenes sólo van a buscar una titulación… ¿Dónde pueden encontrar algo distinto aquellos que se permiten ser jóvenes a la edad de serlo? Esto es, que son rebeldes, que no tienen miedo a la confrontación intelectual porque en ella encuentran un desafío al que deben responder.

Existe un espacio para hacer cosas interesantes con una generación que seguramente valdrá la pena si logra vencer el peso y el techo de los que quieren ocupar su lugar. Es una generación que, cuando se cansa de ser invisible, toma medidas dramáticas en busca de la trascendencia. ¿Será una generación dispuesta a descubrir nuevos mundos? ¿Tendrán la paciencia suficiente como para tomar la responsabilidad y hacerlo? ¿Disfrutarán de leer, discutir y aprender cosas nuevas? ¿Estarán dispuestos a descubrir que su vida está en sus manos?

Tendremos que averiguarlo!

Carolina Ruggero, socióloga y experta en políticas públicas

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