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Parece mentira las cosas que veo

ABITABEn estos días andamos en Montevideo haciendo cosas, muuuuchas cosas, muchas más de las que quisiéramos, porque la mayoría son trámites que no nos dejan tiempo para encontrarnos con los amigos que queremos ver.

Como además de trabajos habituales la mayor parte de las cosas que tenemos que hacer son trámites, nos las pasamos entre oficinas, pasillos y mostradores de informes municipales; delegaciones de servicios públicos, y sobre todo, sentadas en duras sillas de salas de espera, mirando el reloj y cuidando de que no cierre la próxima oficina.

Pero hay un solo lugar a donde no tememos ir (¡y eso que la mayoría de las veces vamos a pagar!), el Abitab. No hay que ocuparse de buscar una oficina próxima, en cuanto empezás a caminar encontrás una; tampoco es un problema el horario porque abre hasta los feriados de carnaval; y ni siquiera hay que preocuparse demasiado por si se ocupan de lo que estás necesitando: ellos cobran impuestos y cuotas de lo que sea, te dicen cuánto debés, cambian divisa extranjera, venden billetes de lotería y otros juegos de azar; se pueden comprar desde entradas para ir a ver a Peñarol hasta tu ticket para el show de Rod Stewart; no hay mucha cola y te atienden bastante bien. Además, tienen su propia tarjeta de fidelización, y juntando puntos te podés llevar: el último disco del Negro Rada, un cuchillo eléctrico, o una botella de grapamiel. Tomá.

Estoy a punto de manifestarme porque le den la gestión de todo a Abitab, pero claro, me doy cuenta de que el gran problema no es solamente el mal carácter de la empleada municipal, sino la falta de informatización del sistema público y de servicios uruguayo, y de que es imposible hacer nada por Internet.

Pero bueno, lo injusto de la batalla no quita la gloria, así que festejamos en el Tinkal, con un buen Chivito, que es de lo mejor que dieron estas tierras.

Carolina Ruggero, socióloga y experta en políticas públicas

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