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Balnearios

Carlos GesellMientras leía el post de Mary de hace unos días sobre Francisco Piria y Piriápolis, recordé la película Balnearios, de Mariano Llinás, que al principio decía algo así como que la historia de los balnearios argentinos siempre comenzaba con la heroica batalla de un fundador para dominar las fuerzas naturales: el mar, el viento, la arena, la sal…

Quizás Llinás, que también dice que los balnearios son las únicas ciudades que dio el siglo XX, exagera un poco, o más bien generaliza la historia más conocida, la de Villa Gesell. Porque es del relato sobre Carlos Gesell del que muchos nos acordamos si pensamos en la lucha del hombre contra el médano.

Es conocida la leyenda de cómo este fundador dio nombre a un popular balneario a partir de la compra de terrenos considerados inútiles, fijando dunas y médanos, de manera de poder edificar y lograr que las playas quedaran en su mismo sitio en vez de que las montañas de arena fuesen cambiando de lugar. Lo consiguió principalmente forestando intensivamente con coníferas y acacias, lo que hizo de la zona un muy lindo lugar de bosque, playa y mar.

VillaGesellEran los principios de los años 30, y Carlos, hijo del conocido economista Silvio Gesell, no tenía la menor intención de dedicarse a la industria turística, sino más bien de abastecer con madera a la fábrica familiar de muebles para niños. Sin embargo, es verdad que las preferencias de la familia Gesell convirtieron al poblado que se fue constituyendo en un centro de naturistas y veganos; lo cual iba en contraposición a las grandes infraestructuras que se creían indispensables para una ciudad balnearia por aquella época. Los 50 y 60 encontraron a la Villa como una de las máximas expresiones de la llamada nueva moral sexual, y luego de la movida hippie.

villa-gesellA finales de los 70 fallece Carlos Gesell, se lotea el territorio y se empieza a edificar de manera masiva. Si bien todavía existe una amplia zona de barrios entre bosques de pinos y con calles de arena, el centro de la ciudad es bastante feo (más aun durante su fantasmagórico invierno), y además una amplia zona está saturada de altos edificios de dudoso gusto. Sus playas siguen siendo amplias y lindas, sobre todo cuando la temporada de vacaciones no la ocupa con hileras y más hileras de carpas. Pero hoy en día, los jóvenes acomodados que equivaldrían a aquellos veganos y naturistas, prefieren a su vecina coqueta Mar de las Pampas, otrora denostada por su falta de infraestructura y hoy adorada por sus casas bajas y hotelitos boutique.

LFCFui a Villa Gesell por primera vez en el verano de 1987/88, podría describir el bosque, las playas, o los videobares, esos inmensos locales de videojuegos donde nunca me destaqué en el pac-man; pero lo que marcó ese verano de asonadas militares no fue ni la arena ni el compromiso político de aquellos días. Ese verano fue uno de los más importantes de mi vida porque fue cuando por primera vez salí sola. Sí, fue la primera vez que vagué con amigos por la calle, que fui a bailar a un boliche, que asistí a mis primeros shows, y sobre todas las cosas, que volví sola a mi casa. Fue el comienzo de mi adolescencia, ese lugar que nunca olvidaré, pero que al igual que a Villa Gesell, nunca elegiría volver.

Carolina Ruggero, socióloga y experta en políticas públicas

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