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Otra de helados


Hoy escuchaba sobre historia del helado. Los chinos, los griegos, los árabes, los italianos…
La mayoría de las cosas más o menos conocidas, pero de pronto la conversación giró hacia si el General San Martín comía helados y como se hacía para lograr la preparación en Mendoza o en Buenos Aires.
Así llegué a esta fabulosa receta, digna de ser compartida.

  1. A las cinco de la mañana, llenan de leche, hasta la mitad, dos tarros de lata o zinc, iguales a los que usan los lecheros.
  2. Se les envuelve en cueros de carnero muy empapados en agua fuertemente sazonada con salitre, o a falta de éste, sal.
  3. Colocados sobre el lomo de un caballo se le hace trotar una legua (unos cuatro kilómetros) y con el mismo trote se le trae de regreso.
  4. La leche; que se habrá tenido cuidado de tapar muy bien, ajustando la cubierta del tarro; holgada en su recipiente, se sacude como el mar en borrasca, tornándose como él espuma, al mismo tiempo que el hielo, apoderándose de ella, acaba por paralizarla.
  5. Así cuando después del trote continuado de dos leguas llega a donde se le espera con fuentes hondas preparadas a recibirle, quitados los tapones, dos cascadas de espuma congelada llenan los recipientes.
  6. Sazonadas con azúcar y canela, van a la mesa a deleitar el paladar de los gourmets, únicos catadores dignos de estos deliciosos manjares.

Carolina Ruggero, socióloga y experta en políticas públicas

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